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En la línea de fuego: Construcción de masculinidades en jóvenes tamaulipecos ligados al narco

TLDR
In this article, the conditions in which masculinity is constructed among the young men known as ''falcons'' engaged in surveillance and security for drug cartels are examined, and the role these young men play and what their work means for their gender identities.
Abstract
This article seeks to examine the conditions in which masculinity is constructed among the young men known as «falcons» engaged in surveillance and security for drug cartels. It analyses the ethnographic experience collected in two scenarios: Ciudad de Mante in the state of Tamaulipas and the Coatzacoalcos prison in Veracruz. We show methods of recruitment and operations, the roles these young men play and what their work means for their gender identities. We also reflect on ethnography in contexts of violence and suggest tools like cyberethnography and websites specializing in the issue with discussion forums, as a direct source of information for individuals outside the law.

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Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, vol. LXXI, n.
o
2, pp. 559-577, julio-diciembre 2016,
ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2016.02.010
EN LA LÍNEA DE FUEGO: CONSTRUCCIÓN DE MASCULINIDADES...
Revista de Dialectología y Tradiciones Populares,
vol. LXXI, n.
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2, pp. 559-577, julio-diciembre 2016,
ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457,
doi: 10.3989/rdtp.2016.02.010
En la línea de fuego: Construcción de masculinidades
en jóvenes tamaulipecos ligados al narco
In the Line of Fire: The Construction of Masculinity
among Tamaulipan Youth Linked to Drugs Trafficking
Rosío Córdova Plaza
Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales
Universidad Veracruzana
ecordova@uv.mx
Ernesto Hernández Sánchez
Instituto de Investigaciones Culturales-Museo
Universidad Autónoma de Baja California
ernestohersa@gmail.com
RESUMEN
Este artículo busca examinar las condiciones en las que construyen su masculinidad varones
jóvenes que se dedican a las labores de vigilancia y seguridad para los cárteles del narcotráfico,
conocidos como «halcones». Analiza la experiencia etnográfica recabada en dos espacios: la Ciudad
de Mante, Tamaulipas, y el penal de Coatzacoalcos, Veracruz. Se muestran las formas de
reclutamiento, operación y funciones de estos jóvenes y el significado que tiene para sus
identidades de género el trabajo con las mafias. Asimismo, se realiza una reflexión sobre la
etnografía en contextos de violencia y se propone que herramientas como la ciberetnografía y
los sitios web especializados en el tema y sus foros de discusión, son una fuente directa de
información con individuos fuera de la ley.
Palabras clave: Masculinidad; Narcotráfico; Violencia Estructural; México.
SUMMARY
This article seeks to examine the conditions in which masculinity is constructed among the young
men known as «falcons» engaged in surveillance and security for drug cartels. It analyses the ethno-
graphic experience collected in two scenarios: Ciudad de Mante in the state of Tamaulipas and the
Coatzacoalcos prison in Veracruz. We show methods of recruitment and operations, the roles these
young men play and what their work means for their gender identities. We also reflect on ethnogra-
phy in contexts of violence and suggest tools like cyberethnography and websites specializing in
the issue with discussion forums, as a direct source of information for individuals outside the law.
Key words: Masculinity; Drug Trafficking; Structural Violence; Mexico.
Copyright: © 2016 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de una licencia
de uso y distribución Creative Commons Attribution (CC-by) España 3.0.

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ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2016.02.010
INTRODUCCIÓN
El narco es un imaginario omnipresente: lo visualizamos ocupando un espacio
paralelo a las actividades públicas, políticas y económicas del país, atravesando la
cultura como un rayo e iluminando sus partes más oscuras. Lo hallamos en el perio-
dismo, la música, la ropa, los automóviles; modifica nuestra manera de habitar, viajar
y conducirnos por lugares extraños o familiares que de pronto pueden volverse
intimidantes. El narco es más que las actividades de tráfico de drogas y rebasa su ámbito
incidiendo en nuestro cotidiano. Parte del éxito de ese constructo radica en su sim-
plicidad
1
. Permite explicar mediante el recurso de echar mano a una entidad abstrac-
ta todo lo que sucede en el entorno y establecer una demarcación entre los «buenos»
y los «malos». La realidad del narco parece superarnos y conduce a la sociedad a una
visión maniquea entre víctimas y victimarios.
Esta fuerza es atractiva para muchos jóvenes que intentan ingresar a sus huestes
buscando oportunidades para obtener recursos, a la vez que les brinda elementos de
orgullo, distinción y jerarquía frente a sus pares que de otra manera les estarían ve-
dados. De igual forma, están ciertos de que a cambio la «vida recia» les exige esfuer-
zo, riesgo, sufrimiento y en ocasiones la vida misma. ¿Qué lleva a hombres jóvenes a
sumarse a las filas de las organizaciones criminales que pululan por diversas regiones
de México más allá de los factores que sugiere el sentido común, como la pobreza y
el desempleo?, ¿qué les significa ser sujetos y objetos de violencia, a veces extrema?,
¿es la violencia del narco una consecuencia de las masculinidades que lo integran?,
¿de qué manera la militancia en el narco —u otros grupos asociados— les permite
reivindicar una masculinidad acorde con sus valores más tradicionales en una socie-
dad que los subordina y marginaliza?
Sin pretender negar la escalada de violencia que se vive en México y de la que
han dado cuenta innumerables estudios (Aguilar y Castañeda 2012; Buscaglia 2013;
González 2014; Illades y Santiago 2014; entre otros), este trabajo intenta contribuir a
la superación de visiones polarizadas al acercarse a la realidad de jóvenes varones para
quienes entrar al servicio del crimen organizado puede parecer un paso natural. Aun-
que nuestro eje no es específicamente la pobreza y la violencia, éstas son un marco
referencial imposible de omitir en las circunstancias en que transcurren las vidas de
estos jóvenes y poseen, como señala Bourdieu (1999), una cualidad estructurada y
estructurante. El grado de aceptación o rechazo hacia las expresiones violentas de-
pende de un contexto que construye a los sujetos en tales dimensiones (Foucault 1991).
Esto es factible porque, desde la óptica de quienes los rodean —la sociedad, el Es-
tado, los criminales que los contratan e incluso para ellos mismos—, los jóvenes que
incursionan en las filas del narco o en grupos «paranarcos» encarnan eso que Agamben
1
En la actual crisis de seguridad impera «un saber estándar sobre el narcotráfico, los capos,
los cárteles, las plazas, que resulta profundamente engañoso... lo que sucede todos los días en
la calle, en las brechas, en la sierra, se reproduce en la prensa, en la televisión, y se multiplica,
se difracta, se reconstruye en la imaginación de la gente mediante una densa trama de fantasías,
prejuicios, estereotipos, temores, con los que se fabrica la imagen social del crimen, de los cri-
minales... todo lo que nuestro sentido común da por hecho acerca del crimen y los criminales,
resulta ser el primer obstáculo para entender lo que pasa» (Escalante 2012: 10-11).

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(2003; 2010) ha denominado nuda vida
2
. Sus vidas son prescindibles, sin valor, «desnu-
das» de atributos o cualidades sociales que abonen al bien común, lo que las hace, por
tanto, desechables. Son vidas expuestas al poder de darles muerte sin que se cometa
un atentado contra ellas, impotentes ante una realidad que no tiene empacho en elimi-
narlas, como lo evidencian constantemente los medios de comunicación: muertos o
desaparecidos son fácilmente olvidados porque son culpables de su propia suerte, ya
que fallecieron en enfrentamientos entre bandas rivales o en ataques a los cuerpos de
seguridad pública, desaparecieron por ajustes de cuentas, huyeron con el novio y de-
más sentencias a las que nos hemos acostumbrado (González 2014).
Pero, paradójicamente, estas vidas son imprescindibles para confirmar el imperio
de la Ley. Carecen de singularidad al ser vidas nudas sin valor alguno, pero se preci-
sa su inclusión para luego ser excluidas. Son despojadas de atributos en tanto confir-
man las vidas de los otros, los que sí deben tener derechos humanos in abstracto en
el espacio público donde se realiza la humanidad, lo verdaderamente humano al mar-
gen de la mera vida biológica (Agamben 2003). Estas vidas incluidas para ser desecha-
das demarcan lo que está dentro y lo que está fuera de la Ley, eso que atenta contra
la garantía de igualdad necesaria para que prime el interés común
3
. A la luz de esta
premisa, toda vida puede convertirse en nuda, controlable, disponible y, por supues-
to, también eliminable (Quintana 2006), aunque sea en la forma de «daño colateral»
(Illades y Santiago 2014) o «confusión» (Escalante 2012).
Sin embargo, esta inclusión-exclusión no sólo se manifiesta en la sociedad y el
Estado; aún para los propios reclutadores, estos jóvenes son vidas indiferenciables unas
de otras, fácilmente sustituibles, nudas, tal como refiere el siguiente registro:
Mando 5
4
refirió que se estaban acabando los soldados, los «plebes», porque ya se los
habían llevado o matado, o bien muchos de ellos se habían pasado a otros bandos. La
escasez de personal había obligado a buscarlo en Veracruz y en Nuevo León, pero era
difícil porque estos muchachos no tenían la disciplina para trabajar ni conocían bien el
terreno. Mando 5 reconoció que estaban reclutando mujeres de entre 16 y 20 años para
la Diestra [el entrenamiento militar para participar del grupo] pero sólo habían encontra-
do un par lo suficientemente decididas para entrarle (miembro del grupo Ciclones de CdG,
casa de seguridad en Ciudad Mante, 8 de agosto de 2013).
Con el objetivo de lograr un acercamiento a la manera en que se construyen las
masculinidades de jóvenes ligados al narco, en un primer momento se describirá las
2
«Aquello que llamo nuda vida es una producción específica del poder y no un dato natural.
En cuanto nos movamos en el espacio y retrocedamos en el tiempo, no encontraremos jamás
—ni siquiera en las condiciones más primitivas— un hombre sin lenguaje y sin cultura. Ni si-
quiera el niño es nuda vida: al contrario, vive en una especie de corte bizantina en la cual cada
acto está ya revestido de sus formas ceremoniales. Podemos, en cambio, producir artificialmente
condiciones en las cuales algo así como una nuda vida se separa de su contexto: el «musulmán»
en Auschwitz, el comatoso, etcétera» (Agamben 2010: 18).
3
Para Agamben, se entiende el «... exterminio como una eliminación de unas vidas privadas de
todo contexto legal o ritual que pudiera calificar su muerte de homicidio o sacrificio; que ciertos
países democráticos puedan tratar a otros pueblos como nudas vidas, eliminables en nombre de la
vida de su propia población; que en varios países europeos se vea como algo aceptable construir
centros de reclusión que funcionan como espacios vacíos en los que el orden jurídico normal queda
suspendido de hecho, y en los que los recluidos aparecen como vidas expuestas a la considera-
ción más o menos benévola que pueda mostrar la autoridad policial...» (Quintana 2006: 52).
4
Se refiere al nombre en código de su comandante.

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dificultades metodológicas que entraña hacer etnografía en contextos de violencia.
Posteriormente, examinaremos la región de estudio, para proseguir el análisis de los
niveles y estructuras que complejizan la identidad de los varones como hombres del
narco. Finalizaremos con una reflexión acerca de cómo las identidades de género en
sus configuraciones más extremas son la consecuencia de las condiciones estructura-
les de pobreza-violencia, así como de la naturalización y la asimilación de las relacio-
nes desiguales entre individuos cuando están mediadas por el narcotráfico. Aunque
el telón de fondo es el noroeste del país, el trabajo etnográfico se concentra en Ciu-
dad de Mante, Tamaulipas, por las razones que se expondrán a continuación.
C
ONSIDERACIONES METODOLÓGICAS
No es superfluo señalar las dificultades metodológicas que reviste el trabajo
etnográfico en contextos de violencia, donde suelen presentarse riesgos a la integri-
dad del investigador que justifican acercamientos «pasivos» (Ferrándiz y Feixa 2004;
Rodgers 2004; Nateras 2010)
5
. Como el objetivo era analizar la forma en que los jóve-
nes entendían los usos del cuerpo y la violencia en la construcción de su masculini-
dad, se buscó integrar a quienes se dedican al «halconeo», es decir, a la vigilancia de
la ciudad para los grupos de la delincuencia organizada. El método etnográfico fue
fundamental para lograr una descripción densa (Geertz 1995) en la comprensión del
contexto.
Para delimitar el universo antropológico (Córdova 2003) se abrevó de diversas fuen-
tes como información hemerográfica, redes sociales, blogs y salas de chat, las cuales
permitieron considerar espacios y establecer contactos con informantes clave. La pri-
mera dificultad consistió en elegir la situación y el lugar. El tema orillaba a efectuarse
en un espacio acotado bajo condiciones controladas, porque el primer contacto es el
más importante para inspirar confianza y establecer empatía con informantes que se
ubican fuera de la ley, ya que de ello depende la seguridad futura. En este entendi-
do, a mediados de 2013 se logró un acercamiento en el sitio web Foros México con
alguien que sugirió la posibilidad de entrevistar a algunos miembros de su grupo, lla-
mado Grupo Operativo Pinocho (GOP). Este usuario fue el contacto con otros inte-
grantes del grupo con el que se trabajaría. Transcurrieron así algunos meses en los
que se consolidó la información y se pactó una reunión cara a cara. Este tipo de con-
tactos constituye una manera habitual de fijar los grados de confianza y los acuerdos
entre las diferentes partes. Los sitios web dedicados a la temática del narcotráfico
permiten que muchos interesados construyan espacios convergentes de discusión, de
manera que las posibilidades sean amplias y se aprovechen al máximo. Los chats se
han convertido en una herramienta de suministro de información constante, aunque
esté por desarrollarse una mejor metodología en términos de validación, legitimación
y seguridad.
5
Para Rodgers (2004), el mayor número de estudios que abordan la violencia son realizados
desde la perspectiva de quienes padecen frente a aquellos que se centran en quienes la ejecutan
y, cuando se privilegia su ejercicio, es frecuente su abordaje de manera «pasiva», es decir, a par-
tir de información de segunda mano.

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Varios factores influyeron para que la elección del campo etnográfico se situara
en Ciudad Mante. En primer término, porque el grupo que se mostró proclive al con-
tacto tenía ahí sus operaciones. Asimismo, Mante fue considerada una buena opción
porque durante los años de las grandes confrontaciones en Tamaulipas (2008-2012),
la zona sur o Huasteca donde se ubica la localidad era conocida como poco violenta,
a pesar de ser paso de los transportes de sustancias ilícitas y tráfico de personas. En
ese entonces se encontraba en poder del Cártel del Golfo (CdG) y no era disputada
por otros grupos activos, como los Zetas (Z), más interesados en Nuevo León,
Chihuahua y Coahuila
6
.
El trabajo sobre el terreno se realizó en Ciudad Mante de marzo a agosto del 2014.
Se obtuvieron 15 entrevistas abiertas y semidirigidas a jóvenes halcones y vigilantes
bajo exigencias particulares de seguridad
7
, así como a su contratista/enlace con el CdG.
Las visitas a Mante se realizaron según un calendario establecido por los propios hal-
cones, ya que se buscaba que no coincidieran con los operativos de aseguramiento
de los grupos policiacos locales o de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA).
Estos operativos se realizan al menos una vez al mes y consisten en revisar los pun-
tos conflictivos, como la zona de tolerancia, y verificar que no haya infiltraciones de
otros grupos que siguen las rutas de trasiego de drogas e inmigrantes, como los Z, o
de pandillas pertenecientes al Cártel de Sinaloa. Las situaciones son tensas porque
culminan en violencia a la que muchas veces los halcones se ven expuestos, tal como
ocurrió en un operativo llevado a cabo el 14 de junio de 2014, cuando un grupo ar-
mado llegó a la ciudad en seis camionetas y se llevaron a cuatro halcones varones de
entre 19 y 22 años
8
.
Durante el mes de julio de ese mismo año, también se realizaron cuatro entrevis-
tas con jóvenes integrantes del GOP que estaban recluidos en el penal Dupont-Os-
tión, ubicado en la ciudad de Coatzacoalcos, Veracruz, y habían sido apresados en el
contexto del Operativo Tamaulipas Seguro, implementado por la Secretaría de Marina
(SEMAR) desde el año 2009. En un patrullaje durante el último fin de semana de no-
viembre del año anterior a la entrevista, los cuatro jóvenes habían seguido a pie el
convoy de los llamados «popeyes» o marinos para reportar su posición cuando fueron
detectados y detenidos
9
.
Las visitas a la localidad fueron suspendidas a raíz de la violencia en la zona cau-
6
De Mauleón 2014. La información referente a las andanzas de los cárteles puede rastrearse a
partir de las numerosas publicaciones de la revista Proceso y también de los sitios web «El blog
del narco» (hoy desaparecido) y de «Foros México». Un dossier de la revista Nexos titulado «La
guerra por Tamaulipas» de julio de 2014 documenta este proceso.
7
Estas condiciones incluían no llevar teléfonos o grabadoras, ni vestir con ropa de colores
llamativos y no llevar calzado con agujetas. La razón argüida es que había que diferenciarse de
posibles agresores o policías.
8
La entrevista que se realizó en los siguientes días fue muy álgida: nadie se animaba a ha-
blar, tenían un «código 3» de estricto silencio en los radios y había una emoción generalizada de
miedo a salir a la calle para no ser agredidos, pero también con un sentido lúgubre, pues evita-
ban encontrarse con los cadáveres de los jóvenes secuestrados. Hasta donde lo permitió la infor-
mación en campo, dichos jóvenes, vivos o muertos, no habían sido encontrados.
9
Los cuatro jóvenes fueron detenidos por al menos doce marinos fuertemente armados, quie-
nes los aseguraron con esposas a la barandilla de una camioneta llamada marranera y llevados
durante otras seis horas más, hasta la finalización del patrullaje.

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